El juego como herramienta inclusiva
Lcda.
Emily J. Martínez L.
psic.emilymartinez@gmail.com
El juego es una actividad libre y
creativa, provee los
elementos para ir construyendo el mundo, expresar fantasías, asimilar la realidad
y
básicamente posibilitar el desarrollo del psiquismo.
Mediante el juego, los niños estimulan los sentidos,
aprenden cómo usar sus músculos, coordinan la visión con el movimiento,
obtienen dominio sobre su cuerpo y adquieren nuevas destrezas, establecen la
base de los conceptos matemáticos y aprenden nuevas formas de pensamiento.
Según Piaget, el juego en los infantes se categoriza por su contenido (lo que hacen cuando
juegan) y por su dimensión social (si
juegan solos o con otros niños). Por su contenido, la infancia inicia con el juego funcional activo que
implica movimientos musculares repetitivos (rebotar una pelota, correr,
saltar), seguidamente se observa el juego
constructivo que involucra el uso de objetos o materiales para hacer algo
(una casa de cubos, dibujos con creyones), posteriormente, aparece el juego de simulación, también
llamado juego de fantasía, dramático o imaginativo , éste se basa en la función
simbólica; que no es más que la habilidad de usar representaciones mentales
(palabras, números o imágenes) a las que el niño le ha asignado un significado.
En él, los niños prueban roles, enfrentan emociones, logran entender el punto
de vista de otras personas y construyen una imagen del mundo social,
desarrollan habilidades para la solución de problemas y del lenguaje, experimentan
la dicha de la creatividad y permite que
los niños hagan juicios más exactos acerca de las relaciones espaciales. Finalmente
aparece el juego formal con regla
que son los juegos organizados con procedimientos y castigos conocidos.
Por su dimensión
social, el niño inicia con una conducta
desocupada, es decir, no parece estar jugando pero mira cualquier cosa
de interés momentáneo, posteriormente pasa a la conducta espectadora; en la que el niño observa a otros
jugar, les habla, les hace preguntas y sugerencias pero no participa en el
juego. Consecutivamente, aparece el juego
solitario, en el que el niño juega solo, con juguetes que son
diferentes de los usados por los niños cercanos y no se esfuerza por acercarse
a ellos. En el juego paralelo,
el niño juega solo pero entre los otros niños, con juguetes similares pero sin
jugar de la misma manera, no trata de influir en el juego de los otros niños.
Seguidamente, aparece el juego asociativo; en el que el niño juega con los
otros niños, hablan del juego, comparten juguetes, se siguen entre sí y tratan
de controlar quien puede jugar en el grupo, cada niño actúa como desea y se
interesa más en estar con los otros niños que en la actividad misma. Finalmente,
aparece el juego cooperativo;
en la que el niño juega en un grupo organizado para alguna meta, uno o dos
niños controlan quien pertenece al grupo y dirigen las actividades.
En los niños con Síndrome de Down estas
etapas del juego no se dan por iniciativa propia, necesitan de la ayuda y de la
guía del adulto para lograrlo, por lo que se hace necesario dedicar tiempo al
juego libre para que aumenten sus habilidades y creatividad, desarrollen las
capacidades lingüísticas y mejoren la socialización.
Inicialmente se benefician del contacto directo con los
padres y cuidadores, del juego sin juguetes, posteriormente, respetando su
desarrollo cognitivo se pueden incluir juguetes en los que se puedan llevar a cabo cada
una de las etapas del juego y se puedan establecer relaciones de causa y
efecto, se estimule la atención y memoria, el seguimiento de estímulos,
captación de instrucciones y secuencias.
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